“La América se hace más fría, más justa y organizada en la latitud de Chile. Chile es un largo escabel de granito que está siempre esculpiendo el Pacífico... Porque llegué tan joven se acabó de formar el hombre” (Picón-Salas, 1987:200), así percibió y se autopercibió Mariano Picón Salas en su estancia y errancia por tierra chilena en su exilio durante el lapso 1923-1935.

Y Chile lo acoge y lo despide -casualmente- con un mismo Presidente: Arturo Alessandri, pero ni los tiempos ni la figura presidencial eran ya los mismos cuando retornara a su patria venezolana: en el intertanto la historia se movió con intensa ebullición involucrando irremediablemente en su dramático proceso al propio personaje. La experiencia vivida en aquellos anárquicos años chilenos, su cauta asimilación del proceso liberalizador, su admiración por el pujante movimiento reformista universitario, su contacto con artistas e intelectuales, con socialistas y con exiliados peruanos del apra (de R. Haya de la Torre), tendrán honda repercusión en su formación político-ideológica y cultural.

Dos grandes antecesores, quienes vivieron desterrados desde el Trópico hasta esta Finis Terrae, operarán como secretos modelos receptores e identificatorios para el recién llegado al mismo puerto de Valparaíso: Andrés Bello y Rubén Darío.

El quehacer de este tranquilo montañés merideño en la capital fue inquieto y multifacético; escribe entre otras Revistas en Claridad de la fech, en Atenea de Concepción, en Cultura Venezolana de Caracas, en Letras y Revista Chilena de Santiago, incidiendo siempre en la temática histórico-literaria y, cada vez más, en la hispanoamericana.

Aquellos fueron años de fondas, de pobreza y apuros económicos. Picón Salas recibió la ayuda solidaria de Eduardo Barrios, Armando Donoso, Sara Hübner, y adoptó la gratificante decisión de estudiar Pedagogía en Historia, carrera donde cultivara, además, amistades de toda la vida. Trabajó como inspector en el Instituto Nacional y en la Biblioteca Nacional mientras paralelamente estudiaba Historia (1924/1928) en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde conoció a una estudiante de Castellano, Isabel Cento Manso, su futura esposa y madre de su única hija: Delia Isabel (“Pascualita”) hoy residente en Caracas. En el Archivo de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (ex Pedagógico) se encuentran las actas con las materias cursadas (19) y notas obtenidas (x: 5,5) por Mariano Picón Salas, durante los cuatro años en que estudiara Historia y Geografía. En 1924 ingresaron 23 alumnos, 12 mujeres y 11 hombres. Terminaron sus estudios 7. Fueron compañeros de curso de Mariano Picón Salas: Humberto Fuenzalida, Julio Heise, Eugenio Pereira y Julio Pinto.

De su motivación por la carrera docente nos cuenta: “La idea de estudiar Pedagogía en Historia acaso enrumbaba por un camino útil mi nostalgia de desposeído, o convertía mi insuficiencia en deseo de servir a los demás no sólo a través de una obra literaria presuntuosa o narcisística, sino como modesta tarea del que se pone a dialogar con un gran grupo de muchachos y a comunicarles lo que aprendió... Era llegar más allá en el oficio de escritor, porque nada tiente tanta fuerza carismática como la palabra o el ejemplo directo... Tanto como escribir he amado mi profesión de maestro... Me dio una felicidad que nunca observé en tanto turbados poderosos que ignoraban qué hacer con su hastío... Aquella profesión parecía, además, un propósito para servir a mi tierra cuando pudiera regresar” (Picón-Salas, 1987: 207-208).

Confesión clave para entender la personalidad y roles de nuestro personaje; no sólo reivindica el vapuleado papel del docente en nuestra sociedad, no sólo se predica profesor gratificado y gratificante sino, además, muestra palmariamente su permanente proyecto de “retorno” a la patria: de aquí su estancia en Chile como “errancia”.

Por aquellos años se produce un significativo encuentro entre Mariano Picón Salas y Pablo Neruda. Así cuenta el poeta el suceso: “A Venezuela amé, pero no estaba.../ el Orinoco era una carta eterna/... y respiraba Simón Bolívar/ (mientras llegaba a Chile un caballero / a enloquecernos con su ortografía).../ buscando a Venezuela / sin encontrarla me pasé los días / hasta que Picón Salas de Caracas / llegó a explicarme lo que sucedía” (Neruda ,1960: 32-33).

Por su parte, Picón Salas rememora: “el adolescente tiempo en que lo conocimos en 1923 cuando callado y triste y mal estudiante del Instituto Pedagógico de Santiago de Chile...‘Galopa la noche en su yegua sombría, desparramando espigas azules sobre el campo’, le escuché decir un día”. En Regreso de tres mundos (1959) su remembranza fue más explícita y abarcadora: “En la Federación Chilena de Estudiantes y en el Instituto Pedagógico encontré muchachos de las más variadas patrias americanas, y me llevaron a contarles la tragedia de Venezuela. Me convidaron, luego, a cenas juveniles que terminaban recitando versos de los poetas últimos, y allí vi y oí por primera vez a un joven largo, de descoyuntados pasos y de voz melancólica, que se llamaba Pablo Neruda. ¡Qué efecto de extraña salmodia -contra todas las normas de la recitación- nos hacían sus versos desgarrados que levantaban en nosotros aquel subconsciente nocturno, de tristeza, indecisión; vaga y herida sensualidad que duerme en el alma mestiza! ¡Cómo iba después a identificar la voz y la poesía de ese hombre con el paisaje llovido, desbordado y relampagueante del sur de Chile, de donde viene desde los bosques profundos la voz de la ‘trutruca’, la larga trompeta en que el indio araucano lanza su alarido cósmico. Y Pablo Neruda podía decir, por ejemplo, Sucede que me canso de ser hombre...” (Picón-Salas, 1987:203-204).

Ya titulado él del oficio, en los Liceos Barros Borgoño e Internado Nacional Barros Arana y en el propio Instituto Pedagógico, la prodigalidad creadora, la inquietud política, las presiones económicas, la lejana aventura de Venezuela, ocuparán prioritariamente su tiempo chileno. Desde 1924 escribirá diversos artículos dando a conocer la literatura venezolana: autores como Rómulo Gallegos y Arturo Uslar Pietri, entre ellos.

En abril de 1930 participa en la creación del Grupo y Revista Índice, junto a Eugenio González, Ricardo Latcham, Raúl Silva Castro, entre otros, germen de la concepción doctrinaria socialista chilena, donde esbozó sus primeros ensayos americanistas. Y a tanto llegó su ascendencia personal que fungió temporalmente como Rector de la Universidad de Chile, como miembro de un triunvirato, junto a Pedro León Loyola y Pedro Godoy, en julio, 1931, siendo avalado su nombre por la FECH. Según su maestro y biógrafo, Guillermo Feliú Cruz, “Picón Salas representaba las aspiraciones de la izquierda revolucionaria de Chile. Se hallaba cerca de las doctrinas proclamadas por el Partido Socialista, cuyo jefe era Eugenio Matte Hurtado… era uno de sus mentores junto con Eugenio González, Oscar Schnake, Manuel Edo. Hübner, Luis Mandujano, Julio César Jobet, y otros con quienes hizo íntima vida de camaradería intelectual” (Feliz Cruz, 1970:32-33).

Urgido por estrecheces económicas compila con G. Feliú Cruz Descripciones de viajeros sobre Chile, durante los siglos XVIII y XIX, libro aprobado y recomendado por el Ministerio de Educación cuando fue Ministro del ramo Eugenio González, en la efímera República Socialista, 1932. En la introducción de Imágenes de Chile expresa: “Una excursión en el pasado de América no se puede realizar sin el auxilio de los libros de viajes, que descubrieron para la pupila europea el color de esas tierras... y el tiempo y la tierra americana han plasmado un tipo psicológicamente diferenciado que se llama criollo... Falta en Chile esa Historia social -excepto algunas páginas de Vicuña Mackenna-, del trabajo y las costumbres colectivas...”. Y pedagógicamente recomienda: “sea leído por la juventud... pasado sin el cual no se comprende el presente”(Picón Salas, 1938: 5,8 y 9 y Feliz Cruz, Imágenes de Chile, Santiago, Ed. Nascimento, 1938, p. 5,8 y 9).

Aquí ya se enuncia su preocupación por lograr una comprensión más integral, la cual recoja no sólo la Historia “oficial” -la escrita desde la perspectiva de la cultura dominante- sino también la “intrahistoria” (Unamuno), la crónica paralela, silenciada, pero que constituye el “subsuelo de la nacionalidad”: la relativa al “trabajo, a las costumbres, a los valores religiosos y sociales”, en síntesis “la historia como un modo más íntimo del ser de los pueblos”. Con ello Picón Salas se adelanta a lo que hoy se plantea como “microhistoria”, estudio de “las mentalidades”, o la tan relevante emergencia de los análisis de “la vida cotidiana”.

En 1934 publica un rico mosaico de novelas cortas: Registro de Huéspedes, de matiz biográfico-histórico en heterogénea simbiosis con su aventura chilena. Es el último intento en la creación de ficción, nunca lograda como prosa, antes de ingresar al campo de su consagración: el ensayo. En septiembre de 1935 la Universidad de Chile lo envía junto con Ricardo Donoso a Lima, viaje que generará sus ensayos contenidos en Estampas de un viaje inconcluso al Perú.

Como intuyendo su próximo alejamiento de Chile, el entonces Profesor de Historia del Arte de la Universidad de Chile trabaja materiales elaborados desde 1929, dando publicidad a su mejor producción de aquel entonces: Intuición de Chile y otros ensayos: En busca de una conciencia histórica, obra clave y fundante en tanto marca el ingreso como ensayista en el campo americano. Constituye su hallazgo, el camino que buscaba, y una meta, el rol de escritor-ductor que lo consagrará para siempre.

Apertura y cierre, tanto en cuanto a Chile, estancia, y a Picón Salas, huésped; a Chile dando adiós al venezolano y a éste viajando a otro amanecer hacia su tierra que amanecía, pero más que cierre, apertura, el sabio venezolano hacia el mundo. Pese a su alejamiento del lar chileno, Picón Salas, ya sea desde el solar de Caracas o desde remotas tierras viajando su nomadismo, volverá iterativamente a Chile (1937, 1945, 1962), donde ha dejado perennes lazos familiares y de amistad. En sus obras reverberará siempre el tema chileno y sus nombres: José Toribio Medina, Monseñor Crescente Errázuriz, Carlos Pezoa Véliz, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, entre ellos. Pero junto a las figuras que descuellan en su magnífica obra, brilla con luz propia don Andrés Bello. Por ello, será Mariano Picón Salas a quien se encargue el Prólogo del volumen XIX, Bello y la Historia de las Obras Completas, edición venezolana del Maestro (1957). Allí el escritor, forjado en el estilo y el método de la Casa de Bello, describe, a más de la historiografía general, su propia visión de esta tierra: “La Araucana da a Chile un mito nacional, una aguerrida conciencia de estirpe, antes que sentimientos parecidos broten en otras comarcas americanas. Por otra parte, la misma lejanía en que vivía la población criolla de aquel país, separado del mundo por los desiertos del norte y los mares solitarios y helados del extremo sur, acendra en sus valles agrarios, al pie de la cordillera, un espíritu territorial austero, vigilante... sobriedad y entereza...; ...la epopeya de esa móvil frontera que se va corriendo y poblando a medida que se gana tierra a los indígenas, es asunto permanente de la Historiografía chilena desde las admirables Cartas de Pedro de Valdivia al Emperador Carlos V, hasta las Crónicas de Diego de Rosales y Miguel de Olivares, pasando por libros de tanto encanto literario como la Histórica Relación del Reino de Chile del padre Ovalle y el Cautiverio feliz de Pineda y Bascuñán. Tenía, pues, el hombre chileno mayor ocasión de reflexionar sobre su pasado y hazañas colectivas que el de otros países indianos”.

Aquí se contienen los elementos básicos del proceso de sociogénesis etnocultural de la nacionalidad chilena. Pero el historiador avanza, más allá del Maestro, su propio juicio respecto a la situación sociopolítica existente para el siglo xix y hoy, en esta República: “El pueblo estaba ausente del drama... ingenuo Juan Pueblo en que se juntaban alborozadamente las sangres de Castilla, Andalucía y Arauco... La clase dominante se había constituido una historia, verdadera crónica heráldica en que el derecho a la gloria y a la tradición se lo reservaban unas cuantas familias. El roto no podía leer tan severa historia y se entretuvo con los cuentos de Pedro Urdemales, con los corridos, con la leyenda de Manuel Rodríguez, que fue el héroe que había entendido mayor el alma de este pueblo... (pero) un sordo rumor irremediable va colmando el alma de este pueblo que es dentro del Estado chileno otra nacionalidad, otro Estado, aún sin forma, cuya historia, cuya economía, cuya moral no pueden medirse con la escala que sirve a las clases dominantes”.

Otra página precursora que anuncia “La Otra Historia”, la que escriben los pueblos, (como lo expresara Salvador Allende), de la historia crítica o crítica histórica que se desarrollará más tarde en Chile. Y consecuente con tal perspicacia y experiencia directa hay textos suyos donde se consignan o coleccionan decires populares, como rodeos, topeaduras, huaso, apequenarse, hacerse el leso, tinca o pije.

Tales son sólo algunas muestras del cordial aporte de Picón Salas respecto de su segunda patria; a su vez, Chile lo designó Correspondiente de la Academia Nacional de Artes y Letras (1958). Este mismo año sus amigos dan a conocer sus obras sustantivas en una cuidadosa edición de Zig-Zag: Ensayos escogidos, por Juan Loveluck, con un sentido Prólogo de Ricardo A. Latcham. En 1962 la Universidad de Concepción lo invita, en su postrer viaje, como participante en un Coloquio sobre Imagen de América Latina, y en rauda visita por Santiago dicta una conferencia en la Universidad de Chile sobre el jesuita Teilhard de Chardin, su último hallazgo ideológico; aquí departió con su familia y con su viejo amigo Julio Barrenechea, Premio Nacional de Literatura. Parte por última vez de su Chile para morir, prematuramente, al despuntar 1965 “sin dejar dinero, sino la herencia de sus libros y sus pensamientos” (así finaliza sus recuerdos, su hermana Josefina Picón Ruiz, en carta dirigida al autor de este trabajo). Su deceso causó desolación entre sus amigos y en el medio cultural nacional. El Congreso de Chile rindió homenaje al venezolano y la prensa se hizo eco del sentimiento colectivo. Si estuviera entre nosotros este alumno de historia y Maestro en nuestra Universidad de Chile, respecto de todo lo dicho tal vez sólo con modestia repetiría: la historia que comenzó Bolívar está por continuar…

Bibliografía

Picón-Salas, Mariano. Autobiografías, Caracas, Monte Ávila Editores, 1987.

Feliz Cruz, Guillermo. Para un retrato psicológico de Mariano Picón Salas, Ed. Nascimento,1970.

Picón-Salas, Mariano y Guillermo Feliz Cruz. Imágenes de Chile, Santiago, Ed. Nascimento,1938.

Neruda, Pablo. Canción de gesta, Imprenta Nacional de Cuba, 1960.

Consalvi, Simón A. “Viaje al amanecer”, en Profecía de la palabra, Caracas, Tierra de Gracia Editores, 1996: 122-130.

Loveluck, Juan. Mariano Picón Salas. Ensayos escogidos, Santiago, Ed. Zig-Zag, 1958.

Picón Salas, Mariano. Obras selectas (2ª ed..), Caracas-Madrid, EDIME, 1962.