Tuve la fortuna de residir en Polonia entre los años 1997 y 2000. Conocí entonces a ese país sorprendente y hermoso. Conocí a su gente, variada, compleja y atractiva. Logré adentrarme en la complicada y fascinante historia del país que me sorprendió por lo dramática que ha sido a lo largo de los siglos. Una nación invadida, una y otra vez, pero jamás doblegadas su gente, su cultura y su espíritu. Hay que recordar que Polonia estuvo incluso desaparecida como nación independiente por un período de más de cien años, invadida durante ese tiempo por sus vecinos de entonces. Pero los polacos siempre lucharon, siempre mantuvieron su difícil idioma y su creativa cultura con decisión y a expensa de toda clase de sacrificios. Es imposible olvidar, en este contexto, las fotografías del comienzo de la Segunda Guerra Mundial en las que suele verse a la caballería polaca saliendo a defender a su país contra los tanques invasores. Justamente en pleno período de desaparición del país, durante el siglo XIX, particularmente en la década de 1830, fueron muchos los polacos que se exiliaron, sobretodo en París, y entre ellos Ignacio Domeyko. Algunos, como él, después de participar en uno de los levantamientos de Varsovia contra los rusos, invasores de turno, otros sintiendo insoportable la vida bajo una tiranía extranjera. Por esa época se exiliaban, el gran músico polaco Frederyk Chopin y el gran poeta Adam Mickiewicz, amigo de Domeyko desde que ambos eran jóvenes. Muchos otros intelectuales y artistas polacos llegaron a París y allí aportaron y absorbieron los nuevos aires que daban nacimiento al Romanticismo. Fue desde París que el gobierno contrató a Domeyko para venir a tierras tan lejanas como Chile. Parece conveniente hacer consciente de que este polaco venía con la carga a cuesta de una Polonia invadida y por otra parte impregnado de la cultura del París de mediados del siglo XIX adquirida durante sus estudios de perfeccionamiento en dicha ciudad. Cuando en mi calidad de representante chileno, a fines del siglo XX, me correspondía hablar en medios oficiales, académicos o empresariales en diversas ciudades de Polonia, no dejaba de hacer mención a la creciente sorpresa ante lo que aprendía día a día sobre la historia polaca y como admiraba a ese pueblo nunca dispuesto a dejarse doblegar, luchando aunque la muerte fuera la opción más probable. No dejaba de reflexionar en esas ocasiones y más de alguna vez lo mencioné, que al pensar en los polacos, recordaba lo que dijera el poeta Alonso de Ercilla y Zúñiga sobre el pueblo araucano:

'La gente que produce es tan granada. tan soberbia, gallarda y belicosa, que no ha sido por rey jamás regida ni a extranjero dominio sometida.'

Guardando las diferencias culturales y las distancias históricas, sentía que había rasgos comparables entre los polacos y nuestros ciudadanos autóctonos, que los impulsaba a ambos a defender su libertad y su cultura, pasara lo que pasara. Recordemos que hacia fines de la Segunda Guerra Mundial, Hitler decide frente al levantamiento de Varsovia, bombardear la ciudad y terminar de 'borrar' con dinamita los signos de la 'polonidad'. Varsovia quedó totalmente destruida y sin embargo allí esta hoy en día Varsovia, reconstruida por los polacos después de la Segunda Guerra Mundial, mostrando lo esencial y característico que le dejaran los siglos al pasar. Curioso es comprobar que Domeyko quien fuera siempre un matemático, un ingeniero, un geólogo, se interesara tanto en estudiar los problemas de lo araucanos y en estudiar su cultura. Llegó a escribir informes para el gobierno y dos libros sobre el tema, siendo probablemente el más conocido Araucanía y sus Habitantes. Sobre las ideas expresadas en estos trabajos hay quienes los podrán comentar con más propiedad; yo solo deseo señalar el interés de Domeyko en el pueblo araucano y sus características y problemas, a pesar de que la mayoría de sus preocupaciones se encontraban en otros temas propios de la mineralogía y las ciencias exactas. Da la sensación que este polaco, el mismo veterano de un levantamiento en Varsovia que era parte de una lucha por la independencia de la Patria, por el cual había sido condenado y luego exiliado, puede haberse interesado en los araucanos, por algunos sentimientos de admiración -capaz que un tanto inconscientes- frente a esta forma de 'ser en el mundo' similar a las de sus coterráneos: aguerridos, luchadores sin bajar jamás la cerviz frente a los conquistadores, cualquiera que ellos fueran. A todas luces Domeyko hizo aportes importantes a la naciente República de Chile. En la educación faltaban aspectos que no se habían desarrollado y que él vino a completar. Con su formación, debe de haberle bastado una mirada para darse cuenta, ya desde su arribo a Chile, de que este largo y estrecho país tenía una gran riqueza minera. Obviamente antes que Domeyko llegara no se habían hecho estudios geológicos y mineralógicos sistemáticos en nuestro país ni había enseñanza profesional de la mineralogía e ingeniería de minas. Estas y otras tantas cosas relacionadas con el sector de la minería en Chile y la necesaria infraestructura para explotarla, deben su nacimiento real y formal a Ignacio Domeyko. Y aquí nuevamente interviene esta curiosa ligazón entre Polonia y Chile, puesto que es Polonia uno de los escasos países que tiene minas de cobre en Europa y por lo demás, una ejemplar industria de elaboración del cobre, particularmente desde el punto de vista ambiental. En toda las industrias de este metal que pude visitar conocen bien a la industria cuprífera chilena. Son varios los ingenieros y técnicos que han visitado Chile y se usan algunas tecnologías chilenas. Hay también investigaciones conjuntas con la Universidad Tecnológica de Cracovia sobre problemas mineros específicos. Todos los que en Polonia trabajan en estas actividades, conocen de Domeyko y de su obra y siempre que me tocaba encontrarme con gente en estas actividades aparecía el nombre de Domeyko como figura señera y símbolo de estas relaciones privilegiadas. Aún después de cumplidas sus tareas principales en el Norte, se dieron las condiciones para que Domeyko siguiera viviendo en Chile, nación que le concedió la nacionalidad. Se trasladó a Santiago donde repitió la hazaña. La Universidad de Chile funcionaba bastante bien a pesar de su juventud, fundamentalmente en las humanidades pero no en las duras ciencias de las matemáticas y la ingeniería. Nuestra Universidad lo nombró profesor. Repitió Domeyko, en cierto modo, la hazaña que hiciera en el Norte y dio inicio a la enseñanza de la ingeniería y mineralogía. Cuan importante sería su contribución a nuestra educación superior, que la Universidad de Chile lo hizo su Rector, cargo en el que estuvo muchos años. Él siempre mantuvo los contactos con Polonia y de hecho publicaba en polaco interesantes artículos en revistas de Cracovia y Varsovia así como en algunas publicaciones internacionales. En buena medida dio a conocer en la Polonia de entonces, ésta, su segunda Patria, en la que se instaló y fundó una familia que ha dado generaciones de buenos ciudadanos chilenos y profesionales ilustres. Debemos a este polaco contribuciones importantes al desarrollo de nuestro país, principalmente en la minería y en la educación superior. Él es emblemático de una relación entre ambos pueblos, que ha dado frutos en ambos sentidos. Son muchos los polacos que en estos doscientos últimos años han llegado a contribuir al progreso de esta tierra lejana, donde parecen sentirse bien y pudiendo integrarse al funcionamiento de la sociedad chilena. Hay, en la actualidad, un puñado de chilenos que llegaron hace algunos años a Varsovia u otras ciudades de Polonia, arrancando como Domeyko de persecuciones políticas. Se desempeñan y lo hacen bastante bien en las ciencias y en las artes y han pasado a ser parte de la sociedad polaca que los acogió. Otros han llegado como parte de grandes compañías transnacionales y van de paso aunque por varios años; pero sistemáticamente intentan hacer más largo el período de su estadía o simplemente volver cada vez que les resulte posible. Se sienten bien en Polonia, llegan a admirarla, aprenden de sus realizaciones o siguen con interés su espíritu religioso. Durante los años 1997-2000 fui testigo de intensos y frecuentes intercambios de altos representantes de ambos gobiernos, de hombres de empresa interesados en establecer negocios directos entre ambos países, de académicos que iban a Polonia a recibir distinciones o participar en conferencias, de sacerdotes católicos en ambas direcciones, de deportistas, particularmente escaladores de alta montaña, y de artistas que iban a aprender o a llevar su arte a Polonia donde la hay y de gran calidad. Y salían bien parados. Recuerdo a nuestros ministros de Hacienda discutiendo detalles de la aplicación de diversas políticas allá o acá y el programa de intercambio de funcionarios medios de ambos ministerios que se estableció para aprender mutuamente de las experiencias de la otra parte. Recuerdo con orgullo el gran número de asistentes de calidad que acudían a las conferencias del Presidente de nuestro Banco Central, seguidas de debates importantes. Recuerdo la gran afluencia de alumnos y público en general a las conferencias dadas por nuestro presidente Frei Ruiz Tagle en la famosa Escuela de Economía de Varsovia y luego en la Universidad Técnica de Cracovia que lo hizo Doctor Honoris Causa. Y otro tanto ocurría -según me han informado- durante esos mismos años con distinguidos visitantes polacos que venían y vienen a Chile. Después de largos estudios de polacos aquí y de chilenos allá, después de un proceso complejo e interesante, terminó Polonia por adoptar un sistema de pensiones muy similar al de nuestros Fondos de Pensiones. Más aún algunas de las AFPs chilenas iniciaron estudios para invertir en el nuevo sistema polaco logrando hacerlo a pesar de las dificultades causadas por la diferencia tan grande en nuestras lenguas. En pocos países europeos el conflicto suscitado por la detención de Pinochet en Londres causó mayor revuelo y fue seguido por la prensa diariamente, habiendo partidarios y oponentes al general que discutían los diversos aspectos legales, filosóficos, históricos y humanos de la situación. Y debo decir que siempre que se menciona a Chile en Polonia, aparece el nombre de Domeyko, quien no solo hizo cosas importantes en nuestro país, como hemos visto, sino que nunca se desconectó del suyo, volviendo a Polonia de visita y dando a conocer su segunda Patria que lo acogió y adoptó con afecto. Pienso que a pesar de la lejanía, de los diferentes niveles de riqueza circunstanciales, de las diferencias políticas y culturales que hay y ha habido, entre chilenos y polacos, existe un prolífico flujo de interés y simpatía entre ambos que resulta fecundo y prometedor. Todos estos intercambios constructivos y satisfactorios entre pueblos diferentes, en este mundo caracterizado por la homogeneización globalizante, no puede sino ser positivo y creativo, tal como lo es en la naturaleza la diversidad que interactúa y no la uniformidad y simplificación que termina deteriorando y siempre consume energía adicional para mantenerse funcionando. Gracias debemos dar a Ignacio Domeyko por lo que nos dio y por la relación fructífera que inició entre chilenos y polacos.