1.Introducción

La identidad de una nación se basa en el reconocimiento de su patrimonio cultural con el que se construye su historia. Los elementos culturales básicos de un país son sus museos, archivos, bibliotecas y monumentos nacionales que conservan los bienes materiales del pasado de la nación chilena. Dicho patrimonio ha sido rescatado, restaurado, conservado por la Universidad de Chile desde la época de su fundación republicana.

La Facultad de Medicina de la Universidad de Chile es actualmente la heredera del patrimonio nacional de la Medicina y la salud de la historia de Chile. Desde su fundación en 1842, la Facultad comenzó a rescatar dicho patrimonio, a conservarlo y desarrollarlo para cultivar el saber estructurando sus bibliotecas, sus laboratorios y servicios médicos en los hospitales públicos. De este modo formó durante el siglo XX la identidad cultural médica nacional, con la fundación del Museo Histórico del Dr. Enrique Laval en 1955 y después en 1987, el actual Museo Nacional de Medicina de la Universidad de Chile.

El objetivo de este estudio histórico, es investigar la formación de este patrimonio desde las fuentes originales de la nación, formada hace cinco siglos por el encuentro de los mundos precolombino e hispánico. La medicina nacional actual, es el resultado de un largo proceso de formación cultural a través de los siglos, en que intervienen las diversas culturas precolombinas, hispánicas, europeas, norteamericanas, africanas y asiáticas, que fundidas en un solo cuerpo han formado la identidad médica nacional.

El proceso de formación médica nacional se efectuó en numerosas etapas: la época precolombina, la conquista española, la cultura médica colonial, la formación de la República, la cultura del positivismo y la época contemporánea. Cada una de estas etapas tiene sus patrimonios singulares y más destacados que influyeron en el desarrollo del país. Estudiaremos los más importantes patrimonios a través del análisis de sus libros, documentos, retratos, objetos, instrumentos, hospitales y estatuas que la Facultad conserva en sus museos y bibliotecas. Analizaremos en cada época las bases culturales y científicas, evaluando los aportes de cada época al desarrollo médico de la nación. Concluiremos dicho análisis, con una síntesis integrada de las bases históricas patrimoniales de las ciencias médicas nacionales.

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Nota: El autor de este capítulo, el Prof. Dr. Ricardo Cruz-Coke Madrid, es director del Museo Nacional de Medicina Enrique Laval. Se agradece su colaboración al Prof. Dr. René Artigas.

2. Medicina Precolombina

Las fuentes primarias de la Medicina chilena se formaron en la época precolombina en el contexto de una Medicina primitiva, caracterizada por el concepto mágico de enfermedad, la posesión de espíritus malignos y la orientación empírica y mágica de la terapéutica.

Las culturas precolombinas de América tenían un gran retardo cultural en relación a Europa y no alcanzaron a desarrollar la Edad del Bronce. La brecha del desarrollo tecnológico entre ambos mundos era de 4 mil años. Las civilizaciones incas y aztecas no conocieron el arado, la rueda, el molino, la destilación, el vidrio, el arco arquitectónico, los instrumentos musicales de cuerdas, la fundición de hierro ni los mamíferos domésticos. Por consiguiente, no alcanzaron a desarrollar una medicina basada en la razón y en la ciencia y no pudieron separar lo orgaánico de lo funcional en sus creencias religiosas.

A pesar de este retraso cultural los nativos precolombinos lograron desarrollar útiles medidas terapéuticas empíricas basadas en el uso de yerbas medicinales, aguas termales y prácticas quirúrgicas de cirugía menor.

La prehistoria chilena es un mosaico de diversos desarrollos culturales que permite distinguir varios niveles de medicinas primitivas; cazadores y pescadores australes; cazadores y agricultores del centro sur, y comunidades agrícolas y mineras del norte bajo la civilización incaica.

En la antigua cultura mapuche, la Medicina estaba desarrollada al nivel del predominio de los machis y hechiceros que combinaban prácticas mágicas con el uso de terapéuticas empíricas. El símbolo del poder de los machis es el Rehue, un alto tronco del árbol del canelo, como un poste de escalera con un rostro humano en el tope superior. Representaba a la vez el poder político por delimitar la zona geográfica de la tribu. Es el primer antecedente del poder del actual Estado benefactor, que iban a desarrollar más tarde los españoles con el Protomedicato y los chilenos con el Ministerio de Salud en el siglo XX.

El Museo Nacional de Medicina, además de destacar el Rehue, conserva escasos objetos originales de la época precolombina relacionados con la medicina aborigen. De las ceremonias del machitún el Museo tiene dos cultrum o tambores y una pipa usada por los machis araucanos. Existe una pequeña muestra de las plantas medicinales de varias culturas precolombinas. De los atacameños tenemos excremento de chinchilla, cuerno, llareta, chuquitan, viravira y montenegro. De los mapuches hay miel de melosa y goma de pehuén. La flora médica de Chiloé está representada por palo de brujos, chamico, chupón, chañer, marancel y pillo-pillo. Los usos de estas plantas medicinales eran, por ejemplo: vira-vira expectorante; goma de pehuén contra la ciática y contusiones; el chamico, narcótico; el pillo-pillo para dolores de muelas y oídos; miel de melosa era usada como purgativo y dolores reumáticos. Este tipo de medicamentos fueron incorporados a la farmacopea española durante la Conquista y, junto con los baños termales, aliviaron las enfermedades de los conquistadores.

Más tarde en el siglo XIX, los médicos positivistas y químicos valoraron la importancia de las plantas medicinales como complementarias para la terapéutica en libros y artículos publicados en Chile.

3. La medicina hispánica

La Medicina chilena vivió un largo período colonial durante tres siglos (1536-1839) en condiciones primitivas medievales, mientras en Europa se sucedían las épocas del Renacimiento (siglos XV y XVI); del Barroco (siglo XVII); de la Ilustración (siglo XVIII) y del Romanticismo (inicio del siglo XIX), que influyeron notablemente en el progreso y modernización de la Medicina occidental. El aislamiento cultural y retraso tecnológico de la vida de la sociedad colonial impidieron que estas épocas culturales europeas influyeran en el progreso de la Medicina nacional.

Las características de estancamiento y primitivismo se reflejan en los personajes, objetos y documentos pertenecientes a la Medicina Colonial del antiguo Museo "Enrique Laval". Se estudia el período colonial en tres épocas: la Medicina de la Conquista (1536-1616); la Medicina Colonial religiosa (1616-1823) y la Universidad de San Felipe y el Protomedicato (1756-1839).

Durante la época de la Conquista, se produjo un proceso de transición de la Medicina aborigen de los mapuches a la Medicina española, cuyas características esenciales estaban basadas en la atención religiosa hospitalaria medieval. Esta época está enmarcada por las figuras dominantes de los dos grandes capitanes que iniciaron y completaron la conquista: Pedro de Valdivia (1497-1554) y Alonso de Rivera (1560-1617). Ambos fueron gobernadores y les correspondió resolver directamente los problemas de la Medicina y salud de los españoles e indígenas, en conjunto con los cabildos. Ellos fueron los que forjaron el nacimiento de la Medicina colonial con la ayuda de encomenderos, sacerdotes y diputados del cabildo, compartiendo las plantas medicinales de los aborígenes.

El centro de la vida médica de la época de la Conquista, fueron los hospitales del Socorro (San Juan de Dios), fundados por Pedro de Valdivia en Concepción (1552) y en Santiago (1553). Hasta 1617 estos hospitales fueron administrados por los cabildos que nombraban al mayordomo y a los diputados que supervigilaban la atención de los pacientes y al médico o cirujano residente.

El Cabildo era una institución colonial dirigida por dos alcaldes y seis regidores electos por los vecinos. Tenia múltiples atribuciones administrativas y judiciales, haciendo obras públicas, otorgando solares, controlando oficios y fijando aranceles. Cuidaba además de la higiene y salubridad, combatía las epidemias y regulaba a los oficiantes de la salud, fueran estos médicos, cirujanos, comadronas o hechiceros y machis.

El primer médico del Hospital del Socorro (San Juan de Dios) en Santiago fue el licenciado Hernando de Castro (1552) y el primer cirujano, el licenciado Gonzalo Bazán (1557). Juan Guerra fue el primer médico chileno, nacido en La Serena en 1557 y educado en Lima, que sirvió bajo el gobierno de Alonso de Rivera.

El mayor patrimonio histórico de esta época son los documentos del siglo XVI referentes a las escrituras de donación de bienes para el financiamiento del Hospital del Socorro (San Juan de Dios). Entre estos, documentos del siglo XVI referentes a las escrituras de donación de bienes para el financiamiento del Hospital del Socorro (San Juan de Dios). Entre ellos destacan la donación de la hacienda de Huechuraba por parte del capitán Luis de Toledo (1546) y los títulos de la hacienda del Hospital (Paine), donada por el corregidor Alonso de Miranda (1591). Asimismo, es importante la escritura del Cabildo de Santiago imponiendo condiciones a los franciscanos para donar al Hospital San Juan de Dios de Santiago 12 solares para sus terrenos al sur de la Alameda (1554).

Todos estos documentos revelan las fuentes de los recursos económicos de que disponían los hospitales de la Conquista, los cuales solamente tenían como ingresos fijos el noveno y medio (12%) del diezmo de la Iglesia. Estas donaciones permitian obtener ingresos de la producción agrícola de las haciendas donadas y eran la base del presupuesto anual para mantención del hospital. Otras donaciones fueron un molino, solares, limosnas y bienes de difuntos.

4. Medicina colonial religiosa (1616-1823)

El gobernador Alonso de Rivera puso fin a la Conquista e inició la época clásica de la Colonia, dominada por la cultura religiosa. En efecto, en 1616 el virrey del Perú, Francisco de Borja, a solicitud de Rivera, envió a la orden religiosa de los Hermanos de San Juan de Dios a hacerse cargo de los hospitales de Santiago y Concepción. El Hospital cambió su nombre para llamarse "San Juan de Dios" y sería administrado por los religiosos hasta finales de la Independencia, en 1823.

El Museo conserva muy pocos bienes del siglo XVII; entre ellos el libro de cuentas del Hospital San Juan de Dios, del año 1633. En cambio, el siglo XVIII está mejor representado por cuadros, planos, libros, imágenes religiosas y documentos, pertenecientes a diversos hospitales del país. En la pinacoteca destacan dos cuadros pintados por los hermanos de San Juan de Dios en el siglo XVIII, representando a la Sagrada Familia y San Carlos Borromeo, destinados al Hospital de Valdivia. Los personajes de la época están representados por el Gobernador de Chile (1795-1799), el marqués Gabriel de Avilés y del Fierro, quien reconstruyó el edificio del Hospital San Juan de Dios de Santiago en 1796, incluyendo el famoso "Crucero de Avilés", cuya maqueta se exhibe en el Museo. El Museo expone una completa colección de planos de los hospitales de Chile; entre ellos el Hospital de La Serena (1745); el Hospicio de Santiago (1759); el Hospital de Concepción (1783); el Hospital San Francisco de Borja (1782). Una maqueta reconstruye la comunidad del Hospital San Juan de Dios de Santiago en 1714. Todos estos hospitales han desaparecido y sólo quedan restos de rejas, puertas y estatuas que no están en exhibición en el Museo. El Museo conserva, sin embargo, imágenes religiosas históricas, como el famoso Cristo de los Agonizantes (1700) y una pila bautismal del Hospital

San Juan de Dios, del siglo XVIII, y dos jofainas de bronce labradas en Chile en 1711 por el prior fray Eustaquio Meléndez.

Además se exhiben importantes libros y documentos coloniales, como la Real Cédula del 9 de junio de 1771 ordenando la creación del Hospital de Mujeres de Santiago (San Borja) y el primer reglamento de dicho Hospital (1782); el primer reglamento del Hospital San Juan de Dios, de noviembre de 1802; el libro de estadística médica más antiguo que se conserva, perteneciente al Hospital San Juan de Dios de Santiago (1814); libro de fallecimientos, con la inscripción de la muerte del Dr. Fray Pedro Chaparro, uno de los primeros médicos chilenos, y la escritura de donación de Matilde Salamanca de la Hacienda del Choapa a la Casa Nacional del Niño (1814).

Pese a las considerables pérdidas del patrimonio colonial hospitalario por terremotos y demoliciones, se han podido conservar importantes objetos y libros de esa época, que forman una importante base de la cultura médica de la nación.

5. Universidad de San Felipe y protomedicato (1756-1839)

La vida intelectual de la sociedad chilena se originó formalmente a mediados del siglo XVIII con la creación de la Universidad de San Felipe y el establecimiento docto del Tribunal del Protomedicato, en 1756. Ambas instituciones persistieron durante las primeras décadas del siglo XIX en la Independencia. La medicina colonial se terminó, finalmente, con la creación de la antigua Escuela de Medicina en 1833 y la extinción legal de la Universidad de San Felipe en 1839.

El tribunal del Protomedicato fue una institución administrativa y judicial creada por la Corona española en el siglo XV para regular las profesiones de salud. Era presidido por el protomédico, un profesor de Prima Medicina, el cual podía delegar funciones. Así fue como los protomédicos chilenos durante los siglos XVII y XVIII eran dependientes del Tribunal de Lima y controlados localmente por el Cabildo. Con la fundación de la Universidad de San Felipe se creó la Cátedra de Medicina y, en 1756, fue nombrado protomédico el profesor de Prima Medicina Dr. Domingo Nevin (1722-1770), nacido en Irlanda y titulado en Francia, que llegó a Chile en 1754. Su retrato es el único de un médico colonial que se conserva en este Museo, junto al título de médico del Dr. Antonio Torres.

No se ha logrado descubrir aún retratos de los sucesores de Nevin, los Drs. Ignacio Zambrano, Protomédico hasta 1783, y José Antonio Ríos, fallecido en 1817 durante la Reconquista. Lo sucedió el Dr. Eusebio Oliva, profesor de Prima Medicina y protomédico entre 1817 y 1831, cuya caperuza doctoral, con los colores españoles amarillo y rojo, símbolo del poder estatal médico colonial, es el patrimonio histórico más importante de la Medicina colonial. La Facultad conserva los retratos de los últimos protomédicos del período de transición de la Colonia a la República:

Guillermo Blest (1800-1884), protomédico de 1830 a 1836, y Nataniel Cox (1785-1869), último protomédico de 1836 a 1843.

6. El siglo XIX: La emancipación

Durante el siglo XIX la cultura de la civilización occidental vivió en su primera mitad la época del Romanticismo y, posteriormente, la del Positivismo, las que influyeron de modo decisivo en el progreso de la Medicina Universal. Esta vez, a diferencia de la época Colonial, ambos movimientos intelectuales influyeron directa y contemporáneamente en los médicos extranjeros avecindados en Chile durante la época de la emancipación (1810-1830).

La influencia directa de la Medicina europea romántica, con un fuerte componente de la Ilustración, se inició en Chile con la inmigración de los médicos británicos Guillermo C. Blest (1800-1884) y Nataniel Cox (1785-1869), de los franceses Lorenzo Sazié (1807-1865) y Francisco Lafargue (1803-1850); y los españoles Manuel Julián Grajales (1800-1855) y Juan Miquel (1792-1866). Ellos introdujeron en Chile los progresos tecnológicos europeos y el espíritu de la época originados en la Ilustración y el romanticismo, al cual contribuyó también Andrés Bello. La influencia preponderante fue determinada por Blest y Sazié.

El período de la emancipación de la corona española, se extendió durante el primer cuarto del siglo XIX y fue un proceso de transición de las instituciones coloniales hasta llegar a establecerse los organismos del Estado Republicano. La cultura colonial se fue apagando lentamente hasta la mitad del siglo XIX, pero en 1830, con el advenimiento de la República Conservadora y la Constitución de 1833 se pudo echar las bases de una Medicina nacional autóctona.

7. Fundación de la primera escuela de Medicina (1833-1842)

Durante el período de la emancipación (1810-1826) los médicos republicanos debieron aceptar continuar trabajando con las instituciones heredadas del gobierno colonial: los Cabildos, el Protomedicato y la Universidad de San Felipe, sin poder controlar las epidemias ni dar una asistencia médica adecuada.

La mayoría de los médicos practicantes eran extranjeros y los escasos médicos chilenos no tenían ninguna influencia en las autoridades.

El primer curso de la carrera de Medicina fue inaugurado el 15 de abril de 1833 por el Presidente Joaquín Prieto. Establecía una carrera de 6 años de duración. Sus tres profesores fundadores fueron Guillermo C. Blest, director del curso y profesor de Medicina; Lorenzo Sazié profesor de Cirugía y Obstetricia y Pedro Morán, profesor de Anatomía, Fisiología e Higiene. El doctor Vicente Bustillos ejercía la cátedra de Farmacia. Los alumnos que se matricularon fueron 22, pero al cabo de escasos meses pocos continuaban sus estudios. En 1842, recibieron sus títulos los doctores Javier Tocornal, Luis Ballester, Francisco Rodríguez y Juan Mackenna.

Estos cursos de Medicina se desarrollaron sin contar con recursos físicos propios. Las clases se hacían en el Instituto Nacional, cuyo edificio estaba en el lugar que actualmente ocupa el Teatro Municipal. Las actividades prácticas se hacían en el Hospital San Juan de Dios, en la Alameda entre San Francisco y Santa Rosa, donde se habilitó un anfiteatro de anatomía. En 1839, las clases se trasladaron a dicho Hospital y sólo en 1857 comenzó el traslado a un edificio propio para la Escuela de Medicina en la calle San Francisco, el cual fue inaugurado en 1863. Fue en la antigua escuela clásica, descrita por Orrego Luco, donde se formaron todas las generaciones de médicos del siglo XIX hasta la inauguración del palacio de la Av. Independencia en 1889. El viejo edificio fue demolido en 1944 junto con el Hospital San Juan de Dios.

8. La Universidad de Chile (1843-1 933)

La institución más trascendental creada para desarrollar la vida independiente del país fue la Universidad de Chile, pues con su estructura laica y pluralista forjó durante el siglo XIX la expansión de las humanidades, las ciencias y las artes, lo que permitió que sus maestros y egresados contribuyeran de modo fundamental en el siglo XX a la dictación de las leyes políticas, económicas y sociales que harían la grandeza de la República. La Universidad de Chile, por ser estatal y nacional, se expandió por todo el territorio, cubriendo las actividades de bien público, impulsando el desarrollo científico, vivificando las artes, protegiendo las humanidades y convirtiéndose en el alma mater de la cultura nacional.

Dentro de este contexto, la Medicina chilena engendró su hogar intelectual en la Facultad de Medicina y de ella saldrían a lo largo de más de un siglo las falanges de los grandes maestros y discípulos que iban a construir en el siglo XX el Estado Benefactor y la Medicina social, a la vez que echarían los cimientos de las ciencias y de la tecnología médicas nacionales como motor del desarrollo del país.

La Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, a partir de su creación en 1842, tomó a su cargo oficialmente la responsabilidad del Estado Republicano en formar a los profesionales de la salud.

El 19 de noviembre de 1842 se dictó la Ley Orgánica de la Universidad de Chile. El 28 de junio de 1843 el presidente Bulnes y su ministro Manuel Montt nombraron el claustro de profesores de la Facultad de Medicina, compuesto por ocho médicos: los chilenos Luis Ballesteros y Francisco Javier Tocornal; los británicos Tomás Armstrong, Guillermo y Juan Blest y Nataniel Cox y los franceses Lorenzo Sazié y Julio Lafarge. El 21 de julio fue nombrado decano el Dr. Sazié y secretario el Dr. Tocornal. El decano era, además, protomédico del Estado. La Facultad de Medicina estructuró durante el siglo XIX la educación médica con cinco reformas de programas en los años 1861, 1868, 1882, 1884 y 1888. Progresivamente se fueron incorporando nuevas disciplinas, hasta que, en 1889, la Escuela llegó a tener 23 asignaturas, distribuidas en 6 años, con profesores nacionales de todas las especialidades. Se completó de este modo el período formativo de la enseñanza médica.

El heredero chileno de Sazié y Blest fue José Joaquín Aguirre, quien fue elegido decano y protomédico en 1867, y primer presidente y fundador de la Sociedad Médica de Santiago en 1869. En el Museo se exhiben ambos títulos firmados por don Lorenzo Sazié y don Andrés Bello. Se iniciaba así su impresionante carrera médica, universitaria y política, que lo iba a llevar a ser decano por varios períodos, Rector de la Universidad de Chile entre 1889 y 1893, y diputado e intendente, así como presidente del Consejo Superior de Higiene y presidente del Primer Congreso Médico Nacional en 1889.

Junto al presidente Balmaceda iba a inaugurar ese mismo año el nuevo edificio de la Escuela.

En 1874, durante el primer decanato de Aguirre, fueron enviados a estudiar a Europa los primeros becados de la Facultad: los doctores Francisco Puelma Tupper (1850-1933), Manuel Barros Borgoño, Vicente Izquierdo Sanfuentes (1850-1926), Carlos Sazié (1852-192 1) y Máximo Cienfuegos (1853-1910), quienes trajeron las nuevas técnicas de la cirugía antiséptica y nuevos métodos de diagnóstico en microbiología, histología y oftalmología, como así mismo valiosos libros y revistas médicas.

La mayoría de los nuevos profesores, como Ventura Carvallo (1855-1917), Augusto Orrego Luco (1848-1933), Nicanor Rojas (1835-1892), viajaron a Europa a hacer estadías en las grandes clínicas francesas y alemanas. Como contraparte, a su vez llegaron médicos europeos a proveer cargos a la Facultad y en la asistencia hospitalaria. Entre ellos recordamos a Germán Schneider (1820-1884), profesor de Medicina; Rodulfo A. Philippi (1808-1904), profesor de Historia Natural y Botánica; Juan José Brunner (1825-1899); Jorge H. Petit (1810-1869), profesor de Cirugía, y William T. Benham (1845-1879).

Posteriormente, en 1889 y 1890, partió a Europa otro grupo de 7 becados entre los que se encontraban Lucas Sierra, Alejandro del Río y Gregorio Amunátegui, que tan destacada figuración tendrían en el siglo XX.

En 1879 se creó oficialmente el título de médico-cirujano para los egresados de la Escuela y terminó su existencia legal el Protomédico del Estado. En 1887 recibieron su título las dos primeras mujeres médicos, las doctoras Eloísa Díaz Insunza (1866-1950) y Ernestina Pérez Barahona.

La producción cientifica de los profesores de la Escuela se conserva en los Anales de la Universidad de Chile a partir de 1843, y en la Revista Médica de Chile desde 1872. Para desarrollar y promover una mayor divulgación de las actividades médicas fueron fundadas la Sociedad Médica de Santiago, en 1869, y la Revista Médica de Chile en 1872.

La biblioteca de la Facultad contiene todos los libros docentes publicados por los profesores durante el siglo XIX. Especial significación tiene el libro Plantes Médicinales du Chili (1886) del Dr. Adolfo Murillo, que valora y reconoce el uso de la flora médica del país como contribución importante de la cultura médica aborigen.

Finalmente, hay que recordar que durante este período se formó la Escuela de Química y Farmacia, quedando establecida la carrera de químico-farmacéutico, con un plan de dos años, en 1889. Asimismo, se creó la carrera de dentista en 1888, en un curso de dos años. De este modo, en 1891, la Facultad de Medicina albergaba tres carreras; Medicina, Dentística y Farmacia, con profesores comunes. El desarrollo y creación de facultades derivadas iba a efectuarse avanzado el siglo XX.

9. La Asistencia Hospitalaria y Sanitaria

A mediados del siglo XIX la situación de la atención hospitalaria y el control sanitario de las sucesivas epidemias de tifus, cólera y viruela eran desastrosas, pese a los progresos en la organización de la medicina oficial del Estado republicano. En 1871, había sólo dos hospitales en Santiago y la letalidad era de un 21%. Para una población de 110.000 habitantes existían menos de 600 camas.

El gobierno de don José Joaquín Pérez decidió, por intermedio de su ministro Abdón Cifuentes, crear nuevos hospitales para hacer frente a la tremenda presión asistencial. En 1872 se inició la construcción de los hospitales de San Vicente de Paul, Salvador y San José. Estaban destinados a ser lazaretos u hospitales mixtos de hombres y mujeres. En 1873 se formó la maternidad del hospital San Borja y el hospital Salvador fue inaugurado como lazareto en 1876. Finalmente, el gobierno decidió reorganizar la Beneficencia y nombró en 1875 una comisión formada por José Manuel Balmaceda, Benjamín Vicuña Mackena y los doctores Aguirre, Murillo, Valderrama y Allende Padín, destinada a fijar una política completa de atención médica y salud pública. Esta decisión permitió duplicar las camas de hospital y edificar, más tarde, una nueva Escuela de Medicina durante la presidencia de Balmaceda.

En la década de los 80, y sobre la base de los nuevos hospitales, se logró mejorar considerablemente la atención médica y quirúrgica con la introducción de nuevas técnicas y procedimientos diagnósticos, de tal modo que, en 1892, la letalidad del hospital San Juan de Dios había bajado a 12%. En 1889 se creó el Consejo Superior de Higiene, presidido por don José Joaquín Aguirre, que centralizó las acciones estatales para la labor sanitaria. A pesar de estos progresos, la atención médica de las epidemias era aún deficiente, pues recién comenzaban a descubrirse las bacterias patógenas.

Durante este período se introdujeron en la práctica médica el cloroformo (1850), el oftalmoscopio, el termómetro clínico, el microscopio, la jeringa de Pravaz (1870), el plexímetro, el estetoscopio, el esfigmógrafo. En Cirugía se introdujeron la antisepsia (1888) y la anestesia (1886), con lo que se pudieron afectuar con menos riesgos las intervenciones quirúrgicas, como hernia inguinal (1887), oclusiones intestinales, gastrostomía, ovariotomía, histerectomías, amputaciones y otras. Con todo este arsenal de tecnologías y normas de atención hospitalaria, que se conserva en el Museo, el cuerpo médico chileno pudo prestar eficiente atención durante la Guerra del Pacífico (1879-1884) y las guerras civiles de 1859 y 1891. En esta última, los hospitales de San Vicente de Paul y Salvador se transformaron en los llamados "hospitales de Sangre".

10. Fundación y desarrollo de las ciencias biomédicas

Como producto del importante desarrollo del positivismo médico en Chile durante el siglo XX, en la época parlamentaria (1891-1925) se produjo el nacimiento de la investigación científica formal, las ciencias biológicas y médicas en Chile, con la fundación de los primeros laboratorios especializados en las ciencias básicas, instalados en la nueva Escuela por los médicos chilenos becados que retornaban de Europa. Eran los tiempos de la belle époque que y del progreso científico del positivismo de alemanes, franceses e ingleses. Los becados chilenos se formaron al lado de los grandes maestros de la biología y medicina europeas, tales como Charcot, Widal, Hoppe-Seyler, Virchow, His, Waldeyer y Von Recklinghausen. Por otra parte, el gobierno contrataba a científicos europeos de la talla de Noé, Westenhöffer y Otto Burger, para organizar los nuevos laboratorios docentes y de investigación. El proceso de intercambio con la medicina europea se acentuó considerablemente con la apertura del ferrocarril trasandino (1910), y el Canal de Panamá, (1914), que pusieron término al aislamiento geográfico de Chile, facilitando los viajes de profesores extranjeros visitantes. Después de terminar la Primera Guerra Mundial (1914-1918), se inició una era de relaciones académicas muy fluidas entre la medicina europea y chilena, que completó la formación del desarrollo científico biomédico nacional y el enriquecimiento de sus bibliotecas médicas.

El primero de los médicos chilenos formado en el rigor científico de los laboratorios alemanes fue Vicente Izquierdo Sanfuentes (1850-1926), quien, después de estudiar cinco años con His y Waldeyer en Alemania, entre 1875 y 1880, revalidó su título de médico-cirujano en 1881 y fue nombrado profesor de Histología y Anatomía Microscópica, en 1882. Creó la cátedra ese año, dotándola de biblioteca y laboratorios de microscopía, que instaló en la nueva Escuela en 1884. En ella desarrolló investigaciones sobre Histopatología y realizó trabajos que publicó en importantes revistas europeas. Su sucesor fue el profesor italiano Dr. Juan Noé Crevani (1877-1947), quien vino a Chile contratado por la cátedra de Zoología Médica, en la que se enseñaba Citología, Genética, Evolución, Embriología, Anatomía Comparada y Parasitología, además de la Histología. Fue el fundador de la gran escuela de ciencias biológicas nacionales.

El desarrollo de la Anatomía Patológica se inició con el Dr. Francisco Puelma Tupper (1850-1933), quien después de estudiar en Europa entre 1875 y 1879 logró fundar un laboratorio de Anatomía Patológica en 1883 en la antigua Escuela. Después de la revolución del 91, lo sucedió Aureliano Oyarzún Navarro (1858-1947), uno de sus discípulos, que también estudió en Alemania, entre 1887 y 1891, con Waldeyer y Von Recklinghausen. Oyarzún reorganizó el laboratorio de Histopatología y fundó la Biblioteca Central de la Facultad, desarrollando intensas investigaciones, hasta su renuncia en 1907, para dedicarse a las investigaciones antropológicas y de ciencias naturales en el Museo de Historia Natural. Comenzó la segunda parte de su vida científica, transformándose en el más importante antropólogo chileno de la primera mitad del siglo XX, junto a los extranjeros Max Uhle y Martín Gusinde.

La enseñanza de la botánica era parte fundamental de las asignaturas básicas en el siglo XIX. Los estudios sistemáticos de la flora chilena comenzaron con Rodulfo Amando Philippi (1808-1904), fundador del Museo de Historia Natural y profesor de Botánica Médica de la Escuela (1874), quien fue sucedido por su hijo Federico Philippi. A éste lo sucedió Federico Johow (de 1910 a 1925), quien continuó estudiando la flora nacional y describiendo nuevas especies en el territorio chileno. Una importante contribución original chilena fue la invención de un aparato de Electroanestesia en 1881 por el Dr. Ramón Araya Echeverría, que originó grandes controversias sobre su utilidad en clínica, pero que tuvo reconocimiento internacional en Francia años más tarde. Después del trabajo pionero del químico Angel Vázquez Ampuero (1823-1897), en las décadas anteriores, la renovación de la docencia e investigación en ciencias químicas se inició en 1894 con Adeodato García Valenzuela (1864-1936), alumno de Hoppe-Seyler, quien organizó un moderno laboratorio de Química Fisiológica, realizando importantes trabajos científicos de Química Aplicada, hasta su jubilación en 1925. Su sucesor fue el Dr. Eduardo CruzCoke Lassabe (1899-1974), discípulo de Noé. En el Museo se exhibe gran parte de los instrumentos de su laboratorio.

Todos estos maestros fundadores debieron trabajar en precarias condiciones académicas y tratando de imponer en sus alumnos los rigurosos estándares científicos adquiridos en Europa. Fue una labor tesonera y muy difícil, que sólo vino a fructificar ampliamente a fines de los años 20, cuando los discípulos de estos maestros fundaron la Sociedad de Biología (1928) y las nuevas cátedras y laboratorios de especialidades. Entre 1925 y 1929 se completó esta época fundacional de las ciencias biomédicas, con la designación de los nuevos profesores que iban a desarrollar con gran esplendor la época de oro de la Medicina chilena (192 5-1968).

11. La Medicina Investigadora y Docente (1931-1968)

La Universidad de Chile modernizó su estructura en 1931 y su Facultad de Medicina pudo iniciar un período de gran desarrollo y expansión de las ciencias biológicas y médicas. Ya no era la única Escuela de Medicina del país, pues había ayudado a fundar otras escuelas en la Universidad de Concepción (1924) y en la Universidad Católica (1930). Pero fueron los alumnos y profesores de la Universidad de Chile quienes fundaron los nuevos centros biomédicos en todo Chile: Concepción, Católica de Chile, Valparaíso, Valdivia y Temuco.

Toda la generación de fundadores de las especialidades biológicas y médicas se formaron dentro de la Universidad de Chile. De la misma forma, en esta época de oro de mediados del siglo XX se fundaron todas las sociedades científicas médicas, las revistas, los institutos científicos y médicos especializados bajo el amparo del Estado Benefactor y la égida de la Universidad de Chile. Nacieron también muchas escuelas de disciplinas científicas bajo la inspiración de destacados maestros que irradiaron su influencia en numerosos discípulos.

La escuela biológica chilena, fundada por el profesor Noé en la segunda década del siglo, formó decenas de científicos entre los que destacaron Amador Neghme (1912-1987) en Parasitología; Gabriel Gasic y Tulio Pizzi en Inmunología y Oncología; Gustavo Hoecker, en Inmunogenética; Danko Brncic, en Genética Básica y Walter Fernández, en Histología. Brncic y Hoecker fueron agraciados con el Premio Nacional de Ciencias en 1987 y 1989, respectivamente.

La Escuela de Química Fisiológica y Patológica del Dr. Eduardo Cruz-Coke (1899-1974), discípulo de Noé, formó una gran pléyade de destacados premios nacionales de ciencias como el farmacólogo Jorge Mardones Restat (1977); el fisiólogo Héctor Croxatto Rezzio (1979); el bioquímico Herman Niemeyer Fernández (1983); y el fisiopatólogo Luis Vargas Fernández (1985). También el neurofisiólogo Joaquín Luco Valenzuela (1981) recibió la influencia de Cruz-Coke. No obstante que Croxato, Luco y Vargas son profesores de la Universidad Católica, se formaron y titularon en la Universidad de Chile.

La Fisiología tuvo un importante desarrollo bajo la influencia del profesor Teodoro Mühm y de su discípulo Francisco Höffmann (1902-1981), entre cuyos primeros colaboradores destacan Samuel Middleton, Bruno Günther, Jaime Talesnik y Osvaldo Cori, así como numerosos fisiólogos que se formaron en dicho Instituto.

El desarrollo de las ciencias clínicas estuvo liderada por los grandes profesores de Medicina de esa época, encabezados por Hernán Alessandri Rodríguez (1900-1980) y Alejandro Garretón Silva (1900-1980) y posteriormente por Rodolfo Armas Cruz, los cuales introdujeron en la clínica médica todas las nuevas subespecialidades clásicas como la Cardiología, Gastroenterología, Nefrología, Endocrinología, Hematología y Reumatología. Sus servicios de Medicina en los Hospitales del Salvador, San Borja, San Juan de Dios y San Vicente de Paul instalaron los nuevos laboratorios de subespecialidades y modernizaron así la atención médica en el país. Fueron los últimos grandes médicos generalistas internistas, que abordaban y trataban todas las enfermedades en la gran tradición de la clínica europea.

En el área de la Cirugía, los discípulos del gran cirujano Lucas Sierra Mendoza (1866-1936) expandieron y desarrollaron las clínicas quirúrgicas en todas las especialidades. En Oncología descolló Félix de Amesti (1896-1955) y en Neurocirugía el Dr. Alfonso Asenjo Gómez (1900-1985), el cual obtuvo el Premio Nacional de Ciencias en 1972. El oncólogo Leonardo Guzmán Cortés fundó el Instituto del Radium.

En Pediatría los discípulos de Luis Calvo Mackenna (1883-1937) modernizan la especialidad, remodelando los hospitales pediátricos, introduciendo laboratorios de subespecialidades. Destacaron Aníbal Ariztía Ariztía (1894-1986) y Arturo Scroggie Vergara (1894-1970), los que fueron grandes pediatras generalistas de la época. La cirugía infantil fue fundada por el Dr. Eugenio Díaz Lira (1880-1945).

En el campo de la Obstetricia y Ginecología desarrollan y modernizan la especialidad los doctores Carlos Mönckeberg Bravo (1884-1954) y Juan Wood Walters, en la maternidad del hospital San Vicente de Paul, y el Dr. Víctor Manuel Avilés en la maternidad del hospital del Salvador, ambos en Santiago. Las otras especialidades tuvieron destacados maestros en el oftalmólogo Carlos Charlín Correa (1885-1945), el urólogo Carlos Lobo Onell y el dermatólogo Luis Prunés (1887-1970), los cuales modernizaron sus especialidades clínicas en la mejor tradición europea.

Toda esta tarea fundacional de la Medicina científica moderna en la Universidad de Chile se vio dramáticamente interrumpida con el incendio del edificio de la Escuela de Medicina en diciembre de 1948, donde fueron destruidos todos los laboratorios de ciencias básicas y preclínicas y parte de la biblioteca central. Afortunadamente se salvaron los escasos laboratorios clínicos del hospital San Vicente de Paul y del hospital del Salvador. A consecuencia de este infortunio, las ciencias biomédicas chilenas debieron reconstruir sus laboratorios con equipos más modernos, con la ayuda internacional.

12. Medicina social y Estado benefactor (1918-1973)

Desde comienzos del siglo XX, una destacada falange de médicos académicos de la Universidad de Chile, entroncados en los niveles superiores del Ejecutivo, parlamento y administración pública, forjaron una política de Estado para crear una legislación sanitaria y médico-social para solucionar los graves problemas de la salud del pueblo chileno. A diferencia del desarrollo científico de la Medicina chilena, dominada por la influencia extranjera y del desarrollo del positivismo de la medicina europea, la formación del Estado benefactor en la Medicina social fue una obra nacional original de las grandes personalidades médicas chilenas en la primera mitad del siglo XX.

Federico Puga Borne (1856-1935), titulado en 1878, profesor de Higiene y Medicina Legal, fue el médico que tuvo la mayor influencia en el ámbito del gobierno, siendo nueve veces ministro de todos los presidentes, desde Balmaceda hasta Sanfuentes.

Su apoyo fue vital para que Alejandro del Río Soto Aguilar (1867-193 9), profesor de Bacteriología e Higiene (1895), pudiera liderar el desarrollo de una política sanitaria estatal desde la presidencia del Instituto de Higiene y su Cátedra en la Facultad. Fundó la Asistencia Pública de Santiago en 1911, presidió la Sociedad Médica en 1910 y fue nombrado como el primer ministro de Higiene y Previsión Social en 1924, cuando Gregorio Amunátegui creó dicho Ministerio.

La necesidad de crear una legislación sanitaria formal, mediante un Código que permitiera a los médicos tener poder directo para aplicar las políticas de salud, se discutía en el Consejo de Higiene desde 1902. Después de largas discusiones en el Parlamento, por iniciativa del médico, diputado radical y ministro Dr. Ramón Corbalán Melgarejo (1863-1935), fue promulgado el primer Código Sanitario chileno, el 22 de mayo de 1918, por el presidente Sanfuentes y su ministro del interior Arturo Alessandri Palma. El Dr. Corbalán dirigió la nueva Dirección de Sanidad (1918-1925), que debió enfrentar ese año 1918 la gran epidemia de tifus.

En la década de los años 1920 la crisis de la sociedad burguesa en Chile entregó el poder político a las clases profesionales y militares, que introdujeron profundos cambios políticos y sociales que precipitaron desde 1924 la dictación de una nueva Constitución Política, una legislación médico social y la creación de nuevas estructuras institucionales asistenciales. Comenzó así una época de gran desarrollo y progreso de la Medicina que se extendió durante el tercio medio del siglo XX (1924-1973), y que hoy recordamos como la época dorada de la democracia chilena.

La elite médica de esa época alcanzó la cumbre del poder político distribuyendo sus fuerzas en los poderes ejecutivo y legislativo. La gravitación en el ejecutivo fue muy fuerte, pues tres médicos, José Santos Salas (1925), Eduardo Cruz-Coke Lassabe (1946) y Salvador Allende Gossens (1952, 1958, 1964, 1970) postularon a la Presidencia, siendo este último elegido al final. Otros tres médicos fueron vicepresidentes: Jerónimo Méndez, Raúl Brañes y Sótero del Río, y otros cinco, ministros del interior. Finalmente, hasta 1973, un total de 17 médicos fueron ministros de salud, la mayoría de ellos profesores de la Facultad.

La influencia médica en el Parlamento fue mayor, ya que en cada período legislativo había decenas de médicos y en un périodo hasta 5 senadores. No es, pues, extraño que, con tal poder político, la comunidad médica lograra impulsar el desarrollo de la Medicina social al más alto nivel en la historia del país.

Las obras médicas del Estado Benefactor se pueden agrupar en cuatro grandes categorías: las leyes previsionales; las instituciones asistenciales; los organismos de desarrollo de ciencia y tecnología y los colegios profesionales.

Las leyes médico-sociales más importantes fueron: Código Sanitario (1918), Seguro Obligatorio de Enfermedad y Vejez (1924), Accidentes del Trabajo (1924), Medicina Preventiva (1938), Madre y Niño (1938), Estatuto Médico (1964) y Enfermedades Profesionales (1968).

Las grandes instituciones asistenciales creadas fueron: la Junta Central de Beneficencia (1931), la Sociedad Constructora de Establecimientos Hospitalarios (1944), el Servicio Nacional de Salud (1952), el SERMENA, Servicio Médico Nacional de Empleados (1960), el Formulario Nacional de Medicamentos (1965) y la Ley de Medicina Curativa (1968).

Las obras de educación, ciencia y tecnología se modernizaron con la expansión de la Universidad de Chile mediante sus nuevas y numerosas escuelas de especialización, institutos científicos y con la fundación de las nuevas escuelas de Medicina de Valparaíso, Temuco y Valdivia. Destacan entre otras fundaciones: la Escuela de Salubridad (1945), la Facultad de Ciencias (1955) y el Instituto de Ciencias Biológicas de Valparaíso (1952). En 1965 fueron fundadas la Academia de Medicina del Instituto de Chile, la Comisión Nacional de Investigacion Científica y Tecnológica (CONICYT) y la Comisión Chilena de Energía Nuclear.

Finalmente, con leyes especiales fueron fundados todos los colegios profesionales de la salud, como el Colegio de Farmacéuticos (1942), el Colegio Médico de Chile (1948) y sucesivamente los otros colegios de Enfermeras, Matronas y Tecnológos Médicos.

El cuadro Nº 1 enumera las obras médico-sociales del Estado Benefactor con sus autores.

El denominado Estado Benefactor, forjó una política de Estado en Chile y fue una creación central de la clase dirigente médica formada en la Universidad de Chile, que era regida en esa época por los grandes Rectores Juvenal Hernández y Juan Gómez Millas (1933-1963). Fue la culminación del desarrollo de una tradición histórica estatal de cinco siglos, originada en el poder de los machis de la sociedad mapuche, en la jurisdicción del tribunal del Protomedicato en la colonia y en la creación del Ministerio de Higiene en en Chile 1924. Fueron las etapas simbólicas del desarrollo del patrimonio espiritual del arte médico en la sociedad chilena y que después de cinco siglos valoramos hoy en plenitud.

Cuadro Nº1 Las grandes leyes médico-sociales y científicas delsiglo XX en Chile

Año Presidente Ley N° Materia Profesores, Medicos
1918 Salvador Sanfuentes 3.385 Código Sanitario Ramón Corbalán M.
1924 Arturo Alessandri P. 4.054 Caja Seguro Obligatorio Ezequiel González Cortés
1924 Arturo Alessandri P. 4.055 Accidentes del Trabajo Ezequiel González Cortés
1931 Esteban Montero 5.115 Junta Central Beneficencia Sótero del Río
Alejandro del Río
1937 Arturo Alessandri P 6.174 Medicina Preventiva Eduardo Cruz-Coke L.
1937 Arturo Alessandri P. 6.223 Madre y Niño Eduardo Cruz.Coke L.
1944 Juan Antonio Rios 7.874 Soc. Construct. E. Hospitalario Sótero del Río
1948 Gabriel González V. 9.263 Colegio Médico A. Jirón, Sótero del Río
1951 Gabriel González V. 10.223 Medicina Funcionaria Jorge Mardones
1952 Gabriel González V 10.383 Servicio Nacional de Salud J. Mardones, S. Allende
1960 Jorge Alessandri R. DFL286 SERMENA Sótero del Río
1964 Jorge Alessandri R. 15.076 Estatuto Médico Funcionario Sótero del Río
1964 Jorge Alessandri R. 15.718 Academia Medicina Inst. de Chile Alejandro Garretón
1965 Eduardo Frei M. 16.319 Comision Chil. de Energía Nuclear E. Cruz-Coke, B. Viel
1965 Eduardo Frei M. 16.746 CONICYT Roberto Barahona
1965 Eduardo Frei M. DS343 Formulario Nacional Roberto Valdivieso Jorge Mardones
1968 Eduardo Frei M. 16.744 Enfermedades Profesionales Roberto Valdivieso
1968 Eduardo Frei M. 16.781 Medicina Curativa Roberto Valdivieso
Francisco Rojas Villegas

13. Destrucción del patrimonio histórico

Hasta mediados del siglo XX no existía conciencia en los gobernantes chilenos sobre el valor del patrimonio histórico y cultural del país. Los académicos de la Universidad de Chile, en el siglo XIX, habían logrado formar algunas bibliotecas y museos universitarios con grandes esfuerzos y limitaciones. Sólo en las iglesias y los conventos se protegían lo valores tradicionales coloniales. Pero la pobreza del país, los terremotos, inundaciones, incendios y guerras con los aborígenes, destruían en forma sucesiva los monumentos, iglesias, edificios y obras de arte. En 1888 el puente de Cal y Canto fue demolido sin escrúpulos y en el siglo XX fueron demolidos casi todos los hospitales de Santiago y Valparaíso, para ser reemplazados por edificios mordemos. Muchos históricos incendios dieron cuenta de templos, escuelas y hospitales en Santiago durante el siglo XX.

La tragedia destructiva mayor ocurrió con las bibliotecas médicas coloniales. La biblioteca privada del Dr. Francisco Maldonado (1595-1637) que contaba con 60 obras maestras en latín, de Hipócrates, Galeno, Plinio, Dioscorides, Vesalio, etc. fue requisada por la Inquisición en 1627. La biblioteca científica y médica de los jesuitas fue requisada por orden de Carlos III, en 1767 y los 130 volúmenes del Padre Zeitler, traídos de Europa, fueron distribuidos a colecciones privadas o exportadas al Perú. Como en Chile no había imprenta hasta la Independencia, el país virtualmente no tuvo infraestructura cultural laica y científica durante la Colonia.

Desde fines de siglo XIX, los profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, demostraron gran interés por efectuar estudios sobre la Historia de la Medicina en Chile, ya que, por iniciativa de los decanos, otros profesores escribieron y publicaron numerosas monografías sobre este tema. Sin embargo, el primer Museo de Medicina vino a crearse a mediados del siglo XX por iniciativa de destacados médicos del Servicio Nacional de Salud y de algunos profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Fue una reacción ante la demolición del hospital San Juan de Dios en 1944, el incendio de la Escuela de Medicina en 1948 y la demolición del hospital San Vicente de Paul en 1954.

14. Enseñanza obligatoria de Historia de la Medicina (1999)

Desde el siglo pasado, los programas de educación médica de pregrado consideraban la asignatura de Historia de la Medicina como ramo optativo. Existían, además, cursos de post grado desde mediados del siglo XX. Sin embargo, la asignatura obligatoria ha sido establecida sólo desde 1999 en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, integrando el ciclo humanístico, en los primeros años, junto a la Ética y la Antropología. Este refuerzo humanístico permitirá afianzar en los futuros médicos una mejor comprensión de la sociedad y una valoración mayor de la tradición médica y su patrimonio histórico.

La Unidad de Historia de la Medicina Chilena se enseña en segundo año y su programa básico comprende una duración de 20 horas alumno, con régimen semestral. El cuerpo docente está formado por 8 profesores y 3 profesionales de apoyo. El programa incluye los propósitos, objetivos, contenidos, metodología, bibliografía, calendario de visitas guiadas al Museo Nacional de Medicina con asistencia controlada y las fechas de examen final y entrega del trabajo de investigación. Se entrega una encuesta que debe ser devuelta por los alumnos junto con el examen.

15. Futuro: formación humanista

Al completar esta revisión de la historia médica nacional, podemos afirmar que la Universidad de Chile y su Facultad de Medicina han jugado un rol trascendental en el resguardo y puesta en valor del patrimonio histórico de la Medicina chilena durante el siglo XX. Corresponde ahora analizar las perspectivas futuras para implementar y mejorar esta labor en los próximos años.

Desde hace varios años las autoridades superiores de la Facultad han comenzado a efectuar profundas transformaciones en el programa y curriculum de la enseñanza de la Medicina y las ciencias de la salud, adaptándose a la velocidad de los cambios acelerados del progreso de las ciencias tecnologías médicas y sanitarias en el mundo y en el país. Para estos efectos, para adecuar la formación del alumno de Medicina para el siglo XXI, se ha centrado el proceso educativo en el alumno mismo, para proveerlo de las herramientas necesarias para aprender a aprender. Así los jóvenes alumnos serán capaces de sentirse actualizados con conocimientos de primera línea en los avances científicos y tecnológicos en relación con los cambios sociales y económicos del entorno de la salud. Todos los recursos físicos y materiales de la Facultad se han reestructurado para permitir a los alumnos, ellos mismos, investigar y tomar la iniciativa de aprender Medicina en forma activa.

Para enfrentar la deshumanización de la práctica médica con el desarrollo de las superespecializaciones que han abandonado al hombre enfermo y al antropos y por tanto al médico familiar clásico, se ha reformado el currículum con la formación de subsistemas integrados de asignaturas. Uno de estos subsistemas se relaciona con los fundamentos antropológicos, humanísticos y éticos de la Medicina, que ponen especial énfasis en la sólida formación ética e histórica de la Medicina. Dentro de este contexto se espera que el alumno de ciencias médicas investigue la tradición y el patrimonio histórico de la Medicina nacional y pueda apreciar por sí mismo, el largo proceso de desarrollo de sus características culturales, a partir de las diversas fuentes de la Medicina nacional a lo largo de cinco siglos.

En el siglo XIX la asignatura de Historia de la Medicina era un ramo optativo. En el siglo XX se agregaron cursos de post título. En 1999, como se ha dicho, se inició la enseñanza obligatoria de Historia de la Medicina Chilena en el segundo año de la carrera de Medicina, integrando el ciclo humanístico junto a la Ética y la Antropología. El programa comprende una duración de 20 horas con régimen semestral. Esta unidad docente pretende entregar información sobre el desarrollo de la Medicina nacional valorando sus tradiciones y patrimonio histórico, creando un espacio de reflexión sobre la evolución de la práctica médica en el país, la influencia extranjera, la creatividad nacional y estimulando la toma de conciencia de la dimensión histórica del médico chileno en el ejercicio de su arte dentro de la sociedad.

Para poder cumplir con estos propósitos de mejorar la calidad de la educación médica entregando una mejor formación humanística y social, la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile ha iniciado paralelamente desde hace una década un proceso de estudio de control de la calidad de la educación superior. Para estos efectos está desarrollando un programa de acreditación y supervisión de sus actividades y sus currículum para sustentar y hacer relevante la calidad de su educación. Esto permitirá la incorporación de otros programas innovadores que incorporen racionalmente los avances educacionales que cubran las expectativas de los futuros médicos. Esta nueva cultura de evaluación permanente garantizará la correspondencia de los futuros profesionales de la salud, permitiendo la transferencia de habilidades entre instituciones y países de acuerdo con las nuevas tendencias internacionales de la educación superior latinoamericana.

Estas perspectivas futuras que hemos esbozado, completan nuestra visión optimista de que el progreso de las reformas en marcha en nuestra Universidad, permitirán que los nuevos profesionales de la salud que se forman en nuestra Facultad de Medicina se incorporen con éxito y solidez en la sociedad del siglo XXI y en el mundo médico nacional e internacional, que exigirá a los nuevos profesionales un alto nivel de calidad y excelencia y un marco ético y humanístico para desarrollarse como ciudadanos de un mundo mejor.

Bibliografía

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