Diego Barros Arana, en el primer tomo de su Historia General de Chile, describió el viaje de regreso de Chile al Perú que hizo Diego de Almagro en la primavera de 1536. El viejo español se negó a volver por el difícil camino de la cordillera que había recorrido para llegar a Chile, y prefirió atravesar los desconocidos desiertos de Atacama y Tarapacá. Barros Arana basa su versión de los sucesos en los cronistas de la Conquista, y nos dice que al salir de Copiapó el valiente militar 'se halló en el desierto' donde 'redobló' su paso hasta llegar, a mediados de octubre, al pequeño pueblo de Atacama. 'Allí fue reuniéndose todo el ejército para renovar sus provisiones antes de penetrar en las llanuras desiertas de Tarapacá. Sus caballos estaban tan flacos y extenuados que tuvieron que darles dieciocho días de descanso en Atacama para poder proseguir la marcha'[1]. Este breve relato de la temprana estadía de un grupo de españoles en un pueblo atacameño es algo curioso; Barros Arana no se detiene para averiguar la reacción de los indígenas del lugar a la forma de ser del bando de españoles, ni siquiera para comentar su evidente buena disposición para cobijar y alimentar a estos europeos sedientos y sus caballos extenuados. El historiador chileno estaba limitado por sus fuentes por cierto, y también por una visión de la historia que tiende a pasar por alto la perspectiva indígena. La visión del indígena inerte vencido por el astuto y ambicioso español que Barros Arana compartía con los demás historiadores del siglo diecinueve y incluso con muchos investigadores del siglo veinte, fue puesta a prueba por un grupo de investigadores hace ya tres décadas. El reciente libro de Jorge Hidalgo, Historia andina en Chile, es una demostración del desarrollo y del alcance del desafío historiográfico a esa perspectiva.

Historia andina en Chile contiene capítulos de la historia del norte de Chile escritos por Jorge Hidalgo a lo largo de más de treinta años. Algunos estaban inéditos hasta ahora, otros habían aparecido en diversas revistas especializadas, incluyendo Estudios Atacameños y Chungará. Varios de estos artículos son citados con frecuencia por los especialistas de la historia andina, pero otros estaban prácticamente perdidos para el mundo académico chileno e internacional. Juntos, forman un cuadro de la historia de los pueblos originarios de Arica, Tarapacá y Atacama desde los primeros años de la época colonial hasta avanzado el siglo 18. También encarnan la revolución en la manera de escribir la historia en la que participó Jorge Hidalgo.

Jorge Hidalgo forma parte de un grupo internacional y cosmopolita de historiadores que, en los años 60 y 70, se comprometieron a cuestionar la visión tradicional de la historia colonial como herencia hispana, y emprendieron la difícil tarea de reconstruir el pasado de las comunidades indígenas de América Latina desde otra perspectiva. En este grupo figuran hombres y mujeres de Latinoamérica, Europa, y los Estados Unidos, algunos de los cuales se encontraron a mediados de los años sesenta en el Centro de Historia Americana de la Universidad de Chile, con Rolando Mellafe y John Murra como sus maestros. Allí, Jorge Hidalgo, Karen Spalding, Osvaldo Silva y Luis Millones, entre otros, compartieron ideas y formaron grandes lazos de amistad, haciendo de la solitaria disciplina de la investigación histórica un proyecto compartido. Después partieron al extranjero para perfeccionarse y luego emprender la imponente y, para ellos, urgente, tarea de reconstituir las historias de los grupos étnicos que sobrellevaron el dominio hispano.

La dificultad de apreciar la respuesta indígena al régimen colonial era inmensa. Había que inventar nuevos métodos y buscar más allá de los cronistas que formaban la fuente principal de las generaciones precedentes, y echar mano de las técnicas de otros campos académicos. Así, Jorge Hidalgo participó en excavaciones con arqueólogos para descubrir patrones precoloniales de la organización social, económica y política indígena, y estudió las técnicas de antropólogos para entender cómo una sociedad crea estructuras de poder sostenidas en el tiempo por soportes ideológicos y simbólicos. Con la sensibilidad por la cultura material del arqueólogo, y la preocupación por el contexto sociocultural del antropólogo, Jorge Hidalgo, como sus colegas, empezó a trabajar con las herramientas imprescindibles de todo historiador, los documentos escritos, en un método que Jorge Hidalgo ha definido como una 'disciplina que combina las preguntas, las hipótesis y modelos desarrollados por los antropólogos con las técnicas documentales de los historiadores'. (651)

Como la zona desértica del norte de Chile carecía de los grandes recursos humanos y naturales que solían atraer a los españoles, los documentos sobre la región eran relativamente escasos. Más encima, casi siempre habían sido producidos por los españoles para sus propios propósitos, con conceptos y categorías mentales que poco o nada tenían que ver con la forma indígena de sobrellevar en términos económicos, sociales y culturales la pesada realidad colonial. Por lo tanto, Jorge Hidalgo tuvo que leerlos de soslayo, buscando en títulos, procesos judiciales y visitas las referencias a los diferentes grupos originarios de la zona.

Después de pasar años revisando documentos, Jorge Hidalgo y sus colegas hicieron el descubrimiento que provocó una revolución en la forma de mirar el mundo indígena: los pueblos originarios de América demostraron una creatividad asombrosa para remendar de mil maneras las redes sociales rotas y rasgadas por las epidemias, las exigencias tributarias, y los desplazamientos producidos por el régimen colonial. Como escribe Jorge Hidalgo, 'La capacidad política y creativa de los pueblos originarios, si bien sufrió por la desorganización o destrucción de sus aparatos creados en una historia milenaria, no se detuvo y dentro de los estrechos limites de la dominación colonial, fueron capaces de hacer su propia historia. Sus investigaciones permitieron a Jorge Hidalgo entender cómo los pueblos originarios de la zona norte de Chile poseían una creatividad asombrosa para remendar de mil maneras las redes sociales rotas y rasgadas por las epidemias, las exigencias tributarias, y los desplazamientos producidos por el régimen colonial. Como escribe Jorge Hidalgo, 'La capacidad política y creativa de los pueblos originarios, si bien sufrió por la desorganización o destrucción de sus aparatos creados en una historia milenaria, no se detuvo y dentro de los estrechos límites de la dominación colonial, fueron capaces de hacer su propia historia. Conocer estas realidades, acciones y proyectos históricos ha sido nuestro programa de investigación por varias décadas'. (16)

Jorge Hidalgo presenta muchos ejemplos rigurosamente documentados de estas realidades, en los cuales se aprecia 'la voluntad o capacidad de los indígenas para organizarse, cambiar las tradiciones y hacer uso de los elementos coloniales favorables a sus interesespara superar condiciones históricas críticas'. (381) Así, por ejemplo, nos presenta el caso notable de la formación de un nuevo cacicazgo de Codpa en los altos de Arica en el siglo XVII. En el vacío político creado por el régimen colonial, diversas poblaciones étnicas removidas de sus lugares y grupos de origen se reconstituyeron en un nuevo grupo étnico.

En algunos casos, Jorge Hidalgo fija su atención sobre las grandes fisuras en la historia andina. Uno de esos momentos de ruptura se materializó en una serie de rebeliones de los grupos indígenas del sur andino entre 1770 y 1781, como reacción a los esfuerzos de los Borbón de darle una vuelta más a la tuerca tributaria que ya tenía atoradas a las comunidades indígenas. Para Jorge Hidalgo era imprescindible entender las variaciones que se daban de este gran movimiento en cada localidad, un estudio que exigía un esfuerzo historiográfico micro-regional basado en un examen minucioso de las fuentes. Así, logró demostrar que la resistencia armada de 1781, la rebelión de Tupac Amaru, afectó de manera muy diferente a las comunidades de los altos de Arica, Tarapacá y Atacama debido a variables como la capacidad de negociación y acción política que algunos caciques ejercían dentro de los marcos legales, y la calidad de las relaciones entre los pueblos y sus curas doctrineros.

En este libro, Jorge Hidalgo también realza los cambios de pequeña escala, fracturas más que fisuras en términos históricos, pero de gran relevancia para la supervivencia de las comunidades indígenas como grupos étnicos. Está, por ejemplo, el caso del corregidor de Atacama que estableció escuelas para enseñar castellano a los niños de la zona, prohibiéndolos hablar su propio idioma, el cunza, dentro o fuera de la salauna política de profundas consecuencias para las comunidades andinas. Entre los otros impactos del régimen colonial están el abandono de sus pueblos de parte de los hombres que no podían pagar su tributo, quienes dejaban a sus familias y comunidades con una carga aún más pesada. O el caso de la curandera indígena que falla en sus esfuerzos por sanar a una española, y es entonces acusada de maleficio y desterrada de la provincia por bruja. Estos episodios son sintomáticos de las presiones que seriamente amenazaban cualquier capacidad de respuesta cultural de parte de los pueblos de indios.

Aquí no hay una sola narrativa, sino una variedad de temas, descubrimientos, y aportes teóricos. Tampoco vemos a los indígenas totalmente aislados de la población hispana, mestiza y negra de la zona. Jorge Hidalgo demuestra cómo los indígenas compartían el espacio urbano de Arica con los españoles, y, de alguna forma, un espacio cultural también: los indígenas que participaron en la rebelión general de 1781 sustentaron sus acciones en sueños milenaristas que incorporaron supuestas profecías de Santa Rosa y San Francisco Solano al discurso simbólico que prometía el retorno del orden moral de sus antepasados.

Esta obra de Jorge Hidalgo nos guía por el mundo colonial de los indígenas del norte de Chile, y en el trayecto establece una vara muy alta en la investigación de problemas de la historia. Si bien queda mucho por entender, principalmente el impacto del proceso de conversión al cristianismo para las estructuras políticas y la cosmovisión de las comunidades indígenas, los métodos empleados por Jorge Hidalgo proponen una forma de abarcar estos temas. De hecho, este estudio de Jorge Hidalgo no sólo nos guía por el complejo mundo colonial, sino nos demuestra cómo estudiar las respuestas a las cambiantes realidades coloniales de cualquier comunidad marginal.

__________ Nota

[1] 

Barros Arana, Diego, Historia General de Chile, Santiago, Editorial Universitaria/Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 1999, I:156-157. Volver